Parecen lo mismo. Parecen sinónimos, pero cuando empiezas a dudar del primero, descubres que el segundo es una excusa perfecta para el primero y resulta que el tercero es, en realidad, lo único que queda después de dudar del amor.
Nunca podré decir que no la he querido, pues la sigo queriendo y la querré siempre. Es una persona muy importante y lo será para el resto de mi vida, me guste o no. Pero en algún momento, ella pasó del primero al tercero. Tardé en darme cuenta. No quise darme cuenta. Me dí cuenta perfectamente, pero me hice el loco, que éso se me da muy bien.
Me fuí. Le devolví su libertad. Aún hoy cree que lo hice por mi mismo. No sabe cuán equivocada está: lo hice por ella, le entregué todo aquello que ella anhelaba recuperar. Yo hubiera continuado cerca de ella para siempre, anulando las partes de mí que a ella no le gustaban. Las anulaba porque quería anularlas, no nos confundamos: la amaba lo suficiente como para renucniar a ella.
Quedo con gente. Chicos y chicas. Me voy de fiesta (una fiesta muy relajada, que la edad ya no perdona) con chicos y chicas. Me acuesto con la gente. Chicos y chicas. Pero me cuesta recuperar mi vida sin ella.